Tal vez, un día
En la vida diaria, a veces se nos pasa el tiempo sin darnos cuenta. Las oportunidades están ahí, pero las dejamos pasar sin siquiera darnos cuenta. Nos decimos a nosotros mismos: "Tal vez, un día", como una forma de tranquilizarnos y aplazar lo que nos da miedo. Pero ese "día" muchas veces no llega, y las oportunidades se nos escapan como agua entre los dedos.
La vida está llena de momentos que duran un suspiro, de puertas que se abren y cierran sin esperar a que decidamos. A menudo no tomamos decisiones importantes porque pensamos que habrá otra oportunidad más adelante. Pero el tiempo sigue su curso, y lo que no hicimos ayer ya no lo podemos hacer hoy. Las decisiones que dejamos pasar se convierten en lamentos que nos acompañan siempre.
El miedo es nuestro peor enemigo en esto. Nos paraliza la idea de fracasar, de sufrir, de enfrentarnos a lo desconocido. Preferimos quedarnos donde estamos, en nuestra zona de confort, en lugar de arriesgarnos. Pero al hacerlo, estamos renunciando a lo que podríamos llegar a ser. Los sueños se desvanecen, las metas se alejan, y nos quedamos estancados en un presente sin emoción, lleno de preguntas sin respuesta.
Pensar en nuestras decisiones nos hace ver que la vida no espera por nadie. Cada día es una nueva oportunidad para actuar, para decidir, para cambiar. No podemos dejar que el miedo o la pereza nos roben la posibilidad de vivir al máximo. Al final, no nos arrepentimos tanto de las decisiones que tomamos como de las que no nos atrevimos a tomar. Es en ese montón de oportunidades perdidas donde encontramos el verdadero pesar.
Quizás, algún día, miremos atrás y lamentemos no haber tomado ese camino desconocido, no haber dicho esas palabras que guardamos dentro, no haber abrazado esas oportunidades con todas nuestras fuerzas. No permitamos que ese día llegue sin haber vivido plenamente. El presente es lo único que tenemos seguro; hagamos que cuente, para que no sea un "quizás, algún día", sino un hoy, sin remordimientos.